Soller, agosto 2009
Llamamos inocencia a esa etapa indeterminada que precede a la socialización del individuo. Esa época en la que nos lanzamos sin pudor a por el trozo más grande; en la que preguntamos sin vergüenza de dónde, cómo y porqué; en la que nuestra preocupación más urgente es la de satisfacer nuestra más primera necesidad, ya sea aliviar la opresión intestinal por la expulsión oclusiva y sonora de los gases del bajo vientre o ceder al espasmo del estómago expulsando con un exabrupto sonoro la satisfacción de su atiborre...
Luego, cuando la instrucción adecuada en un buen colegio (de monjas, curas o militares), en eso que han dado en llamar educación, les enseña a nuestros retoños a disimularlo, damos en decir que qué pena, que se ha acabado la etapa más bonita. Sin duda se nos olvida cuando los inocentes cacarean con descaro ante el cualquiera las lindezas que han oído en privado respecto del interesado.
Luego, cuando la instrucción adecuada en un buen colegio (de monjas, curas o militares), en eso que han dado en llamar educación, les enseña a nuestros retoños a disimularlo, damos en decir que qué pena, que se ha acabado la etapa más bonita. Sin duda se nos olvida cuando los inocentes cacarean con descaro ante el cualquiera las lindezas que han oído en privado respecto del interesado.
Cuanto inocente anda suelto, sin desbravar, sin catequizar y sin "educación ni buen gusto".
Malos tiempos para hablar de cultura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario