Sin duda el ser reclamo de inmigrantes ha causado muchas alteraciones en nuestro paisanaje. No sólo los colegios han visto alterado el orden alfabético de nombre y apellidos con fonéticas novedosas y difíciles de pronunciar. También hemos podido ver niños y niñas de color, magrebies, sudamericanos, chinos, negros y mulatos, vestidos con corbatas y faldas plisadas de uniformes de colegios privados.
Las polémicas que se puedan crear al respecto son de todo punto anacrónicas y malintencionadas, cuando no nos ha importado lo más mínimo ver a filipinas con cofia o sudamericanas colgadas del brazo de triunfadores o sujetando el peso de sus mayores...
Pero, sin duda el mayor cambio está en la cuestión estética y gastronómica. No solo la explosión de sus restaurantes, sus bares, sus músicas, sus coloridos y sus tiendas de alimentación, sino también cómo han roto con el molde. Cómo ha dado la talla de cintura y han desbordado el límite impuesto por los modistos, doblegando a las franquicias a sus medidas, sino también cómo han demostrado que la tiranía del gimnasio y de la dieta no es capaz de eclipsar su ritmo sabrosón...
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