No tengo la pierna rota, ni teleobjetivo, ni una vecina rubia que acabará siendo princesa en otra vida, la real... pero vivo junto a la ventana indiscreta. Frente a Peñacabarga. Hoy no estaba encapotada, pero amenazaba lluvia, que no llegó.
A mi no me molesta que la corone el "monumento al indiano". A Peñacabarga, digo. No me gusta especialmente. El monumento, digo. Pero no me disgusta lo suficiente como para exiliarme y no volver, como parece que hizo Gerardo Diego. A mi no me importó demasiado. Como tampoco me incomodaría que su fundación la sostuviera económicamente el ayuntamiento o la comunidad de Madrid.
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