Pudiera parecer una de las retorcidas calles de Fez, en la que el viajero intrépido habría de enfrentarse a siniestros comerciantes de ojos aviesos, capaces de saltar sobre su yugular daga en mano... sin embargo doblando la esquina de la calle en la que esta mujer medita sobre su destino y sobre el lugar donde la llevaron sus pasos, o sus tumbos, y del que difícilmente la ayudarán a regresar sus pies, pues doblando la esquina, insisto, te cruzarás con una fila india de guiris, siguiendo a una mujer ataviada de forma sin duda más extravagante que esta, portando brazo en alto un abanico ilustrado con una banderita y un toro (o es una señera y el autentic burru catalá), que les conduce como a borregos al Museo Picasso que, como os digo, está apenas doblando esa esquina. Pero ellos nunca la doblarán en este sentido y quizás esta mujer no sienta la necesidad de hacerlo en el otro.
Así es la vida, tantas veces lo que buscamos está a la vuelta de la esquina y, sin embargo, cruzamos el mundo para encontrarnos con el sucedáneo que pusieron en lugar de lo auténtico, que emigró de allí a mundos que creía más ilustrados.
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