Chipiona, octubre 2014
Amordazados. Acariciados por la misma mano que nos atiza con el periódico del día. Moviendo el rabo al mínimo gesto de la correa que promete un paseo por el barrio para mear en las esquinas. lamiendo el cuenco del pienso con ansiedad. Haciendo la monería de ladrar al timbre de la puerta, como si defender al dueño fuese la misión de nuestras vidas. Así lo veo.
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