La siesta era una costumbre cutre y rústica, de obreros y vagos. Hasta que una marca reconocida le dio su nombre a un perfume y una cadena de hoteles de cinco estrellas la descubrieron y la reinventaron. No voy a decir que la deconstruyeron, pero casi, porque por el precio más valía echárse una kiki-siesta del Lolita's Club que una fórmula siesta del Ritz.
Y los gatos, esos animales ariscos, desobedientes, independientes y esquivos. Que hicieron las delícias de los griegos y siguen siendo espíritus de dioses en oriente, en el altiplano y en todos aquellos lugares dotados del imán mágico, como Ibiza.
Yo no me entiendo con los gatos de mi familia, ni concilio la siesta. Pero el verano es tan diferente, que agosto parece una gran siesta y los que aún quedamos en las oficinas y los curros, parecemos gatos.
Y los gatos, esos animales ariscos, desobedientes, independientes y esquivos. Que hicieron las delícias de los griegos y siguen siendo espíritus de dioses en oriente, en el altiplano y en todos aquellos lugares dotados del imán mágico, como Ibiza.
Yo no me entiendo con los gatos de mi familia, ni concilio la siesta. Pero el verano es tan diferente, que agosto parece una gran siesta y los que aún quedamos en las oficinas y los curros, parecemos gatos.
1 comentario:
Nunca tendré un gato. Pero si tengo la cámara a mano no dudo en fotografiarlos. La foto es excelente.
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