No he encontrado aún la "cámara sensitiva". Hay quien descubrió la "cámara lúcida", o el "instante decisivo", pero sólo en raras excepciones, y siempre sin palabras, algún autor ha conseguido hacerme erizar el bello o causarme un nudo en el estómago o ganas de llorar o de reir. Esos son los maestros, claro.
Yo sin embargo, sigo empeñado en que mi cámara registre las sensaciones y las emociones. Y las transmita, claro, sino no tendría gracia. Pero no lo consigo. Insisto, la llevo a las playas, a los chiringuitos, a los bares de carretera, la acerco a las pieles desnudas, para intentar que capte su olor salado y su sabor agridulce. Nunca me aparto de ella en los momentos importantes. Ni tan siquiera la doy la vuelta para que no me vea fracasar en un intento o salir con el rabo entre las piernas. Entre ella y yo no hay secretos. Pero se niega a contar lo que siente.
Yo sin embargo, sigo empeñado en que mi cámara registre las sensaciones y las emociones. Y las transmita, claro, sino no tendría gracia. Pero no lo consigo. Insisto, la llevo a las playas, a los chiringuitos, a los bares de carretera, la acerco a las pieles desnudas, para intentar que capte su olor salado y su sabor agridulce. Nunca me aparto de ella en los momentos importantes. Ni tan siquiera la doy la vuelta para que no me vea fracasar en un intento o salir con el rabo entre las piernas. Entre ella y yo no hay secretos. Pero se niega a contar lo que siente.
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