La costa atlántica está oscura: más nubes que claros. Amenaza un verano como un triste invierno. No es que el que acaba nos parezca dulce, sino todo lo contrario. Nos tiene encogidos, ateridos, refugiados... Pero la primavera se tuerce mohína y testaruda hacia poniente. Alguien cantó "cara al sol" y no anduvo desencaminado. Yo, aunque sólo sea por llevar la contraria, me voy una semana al levante, buscando el calorcito del Mediterráneo y el cosmopolitismo de una Barcelona cada véz más europea y menos catalana, en la que ya ni la bolsa sona, ni quedan charnegos.
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