Vilanova de Milfontes, julio 2013
Los bares. Los bares, mi afición pública. Yo
voy al bar como otros van al teatro.
Dramas, comedias,
sainetes y entremeses al otro lado de la barra. Y a este. Aquí todos somos
espectadores y espectáculo. Mis bares: un riguroso itinerario con paradas
obligadas y circunstanciales. La vuelta al tinto en 80 bares.
En Santander yo pasaba más tiempo en el bar
que en casa. Me atrevo a decir que sólo existen dos tipos de hombres: el hombre
de cafetería y el hombre de bar. Especies ambas que no suelen hacer buenas
migas entre sí. El hombre de cafetería es más homogéneo. Usa traje incluso en
las épocas más calurosas. Admirable resulta en verano, con el nudo de la
corbata impertérrito y la camisa revenida en los sobacos. Nos cruza la cara de
luz con su rolex de oro o del moro. Trabaja en un banco y es un ameno
conversador automovilístico. Su voz vive en un teléfono y le está llevando el
pelo el ventilador de la oficina. Nunca entra en un bar y si lo hace su toque
de distinción consiste en tomarse un Campoviejo. Y le caen unas gotitas en el
babero de la corbata.
El segundo tipo es el hombre de bar, que
llamaremos, genéricamente, el hombre de las tabernas. El hombre
de las tabernas puede ser nómada o sedentario. Me quedo con el primero que es
el auténtico aventurero, el héroe romántico de los bares. El que desafía todos
los días a los peligrosos microbios que pueblan los vasos de los numerosos
bares que recorre. El que se atreve con las tapas de ensaladilla en pleno
verano. El que abre la puerta de los servicios sin volver el rostro y entra con
resolución. El que domina el arte de conseguir un vaso en una barra cubierta
por triple fila de rugientes clientes. El que con sus increíbles reflejos
esquiva el vino que, empujado por un codo cercano, iba destinado a su pantalón.
El que sabe atender a los borrachos y hacerles la conversación boca o boca. El
que sabe entrar solo en un bar sin escudo contra los flechazos de las miradas.
El que sabe saludar y pagar sin ser visto...
(Fragmento de una
carta de Manuel Antonio Orodea
al autor desde Minas
de Riotinto, 3-Nov-86)
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