Lonja del Porto das Barcas, julio 2013
Cuando yo era pequeño mis padres trajeron de un viaje por el mediterráneo una caracola. Y se quedó con nosotros incorporada a los adornos del mueble-bar de la sala de estar. Cuando la cogía para acariciar su textura nacara, mi padre me decía: ya verás, acércatela a la oreja y verás como oyes el mar. Yo ahora me acerco las fotografías de los albumes de viajes y siento otra vez aquellas vivencias. Como ahora, que reconozco entre los pujadores al dueño del restaurante "a Barca", donde esa misma noche nos tomamos los percebes por los que estaba pujando.
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