Cala Figuera, mayo 2013
Cada mañana, como un mantra, según suena el despertador, oigo susurrar una voz somnolienta a mi lado que le dice cariñosa y esperanzadora a una tablet "El Tiempo Santander". Se ha convertido en una preocupación obsesiva. Nos pasan mensajes ocurrentes al whatsapp del tipo "es muy bonito el verano en Santander, es un día precioso". Salen viñetas en la prensa con un hombre cegado por el sol y una pareja comenta: mira, un vampiro; no, es un cántabro. Mi vecina del octavo dice que cuando era niña los veranos siempre eran así. Y yo la creo, en aquellos años todo era muy gris. También dice que cuando hace viento sur se le mueve la cama. Pero yo estoy tranquilo, porque el mismo que nos va a sacar de la crisis tiene un primo que le ha dicho que no hay tal cambio climático. Viva el Vino...
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