Cala Sant Vicenç, mayo 2013
Una gaviota y un hombre con una caña. Un mano a mano frente a un mar esquilmado. Desigualdad de oportunidades. Un entretenimiento que acabará con una muerte, en el mejor de los casos, para comer. Y yo lo observo desde una playa fuera de temporada, sobre la que caerá la sombra de las sombrillas y tumbonas como la garra de la cuenta en las paellas del arroz que no se pasa. Como una sangría de garrafón en una terraza con vistas al mar. El último pescaito se lo comió el tiburón. Pero hoy es viernes. Y mañana a reventar...
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