Plaza Porticada, Santander, junio 2011
Mi padre se desternillaba cada vez que salían Tip y Coll en aquella televisión en blanco y negro de los setenta. Claro que, en aquella pseudorealidad tardofranquista, la ironía y el surrealismo cogían a cualquier censura a contrapié. Hoy, convertidas las plazas en plató de cualquier reality o de intereconomía, la revolución se convoca por twiter y se anuncia en facebook como "evento", igual que se promociona un concierto o se convoca una movida contra el canon digital. Pero, claro, vivimos en un país en el que todos dicen estar viendo documentales de la dos, mientras revientan las audiencias de la isla de los freaks. Y le llaman humor a un show de Mota, vestido de obrero y haciendo un gag reforzando la imagen de obrero vago, escaqueado, sisador, hundiendo al empresario y defraudando al fisco. Mientras la oposición brinda con pepinos...
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