El Pirata de Ulli Butz en el Castillo de los Escullos, abril 2009
Ulli Butz encalló hace ya muchos años en esa costa, como muchos compatriotas suyos, suizos y alemanes, en su mayoría, que supieron ver el potencial de estas tierras, cuando las minas de oro ya se habían agotado y el plástico aún no había inundado la planicie tiñéndola, no sólo de centroeuropeos y anglosajones, sino también de magrebies y subsaharianos.
Cada uno de ellos desplegó sus habilidades, sus artimañas y, en el caso de Ulli, su arte-sano, nacido de la recogida de residuos, de desechos, de desguace y de chatarra. Como en la parábola del sábio que recogía las hierbas que el otro tiraba... También convertida en oro, como aquella tierra valdía, si a cada pieza la llega a tocar el euro alquimista y venefactor que pague su abultado precio. Y no digo que no lo valgan, sólo que yo no las pude pagar. Es lo que tiene el mercado, que es libre. Como las "golondrinas de la crisis", piezas nuevas, realizadas por Ulli a un precio a su entender asequible. Suerte Ulli Butz.
El gato de Ulli Butz, con el caballo al fondo, abril 2009
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