Mala noche para un desembarco en la costa. Luna llena, aunque bastante encapotada. Por otra parte, eso hace que no haya mucha vigilancia, a pesar de lo vulnerable de una bahía tan abierta. La luz de la garita permite controlar los movimientos de la gente del pueblo que, aunque parece grande y con muchas casas de reciente factura, no parece habitado en proporción a las casas construidas. Mas bien al contrario, se diría más desprotegido aún por ese motivo.
La gente que se mueve por la casa iluminada parecen tener rasgos magrebíes. Los que van por la playa, cargados de bultos son de raza blanca europea. Esto nos hace pensar quizás en el desembarco de Alhucemas. Aunque no creo que aquella campaña se hicera en circunstancias tan adversas. O esa fué la razón de su desastre.
Si fuerzo la vista puedo ver mejor que los magrebíes son camareros de una terraza nocturna y que los de las mochilas parecen dos jóvenes erasmus, que se sientan y piden platos de pescado fresco del día, que pagan con tarjetas de crédito que resultan ser aceptadas por tepeuves inalámbricos. Respiro más tranquilo, no se trataba de la legión y a ninguno de ellos parece agradarles la cabra. Que tampoco estaba en la carta. Por último, concluyo que tampoco hay nada de perejil a la vista.
Lo malo de la historia es verla discurrir ante tus ojos. Y lo bueno que, las más de las veces, no es más que un relato inexacto del pasado. Y lo pasado, pasado está.
La gente que se mueve por la casa iluminada parecen tener rasgos magrebíes. Los que van por la playa, cargados de bultos son de raza blanca europea. Esto nos hace pensar quizás en el desembarco de Alhucemas. Aunque no creo que aquella campaña se hicera en circunstancias tan adversas. O esa fué la razón de su desastre.
Si fuerzo la vista puedo ver mejor que los magrebíes son camareros de una terraza nocturna y que los de las mochilas parecen dos jóvenes erasmus, que se sientan y piden platos de pescado fresco del día, que pagan con tarjetas de crédito que resultan ser aceptadas por tepeuves inalámbricos. Respiro más tranquilo, no se trataba de la legión y a ninguno de ellos parece agradarles la cabra. Que tampoco estaba en la carta. Por último, concluyo que tampoco hay nada de perejil a la vista.
Lo malo de la historia es verla discurrir ante tus ojos. Y lo bueno que, las más de las veces, no es más que un relato inexacto del pasado. Y lo pasado, pasado está.
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