Marrakech, marzo 2012
Es una cosa curiosa. Dicen los psicólogos que los niños sufren mucho. Que la niñez es muy cruel, con muchos miedos, con mucha necesidad de protección, con mucha dependencia. Sin embargo, cuando vamos siendo adultos, vamos añorando esa etapa de risas y despreocupación. En la que sólo necesitabamos un flash-golosina para ser felices. Aunque no estuviera frio. Aunque fuera casero, hecho con gaseosa de sabor cola. Tanto es así, que en ocasiones nos negamos a crecer y nos aferramos a la ficción de seguir siendo niños, adolescentes, no adultos, sino "adulescentes"... Tanto tira la infancia que en cuanto podemos regresamos, aunque sea de viejos, confundiendo a nuestros hijos con nuestros padres y jugando con las muñecas de nuestros nietos...
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