Delicias, Madrid, junio 2009
Yo iba al Matadero. Ella me lo leyó en la cara. En el brazo luciendo desafiante la sirena del "pura vida". La que hace años, tosca y borrosa, se contoneaba en el antebrazo de un viejo lobo de mar. Cuyas tormentas más duras se habían librado en los desiertos de Monegros, contra monstruos menos mitológicos pero más dañinos que los de las rugientes del Cabo de Hornos.
La pirata cruzó a la carrera y yo busqué la sombra de la arboleda hasta llegar al frescor de la nave a cuyo fondo se veía el luminoso de la "bellamatic"
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