Tenerife, marzo 2013
Este extranjero, al estilo de los antigüos literatos y pintores que exploraron la ignota y retrasada Iberia del siglo XIX y segundo tercio del XX, viaja acompañado de lecturas con las que poder interpretar, aunque sea someramente, la realidad social que le circunda.
Y como la prensa local (del "pueblo", de la comunidad o de "el país" o "el mundo", da lo mismo) no es sino una mera caricatura de la realidad, dibujada por manos al servicio de bolsillos, el viajero ha optado por leer cuentos de autores noveles, basados en las narraciones de personas instaladas en plazas de ayuntamientos o antesalas de los bancos, no se sabe si temporal o definitivamente.
Sientate y observa. Puerto de la Cruz, marzo 2013
El cuento que está leyendo habla de una anciana que, a la manera de las madres y abuelas de la plaza de mayo, protesta por lo que le está pasando a sus hijos que, a la sazón, han sido desauciados de su casa por un banco, puesto que después de perder el puesto de trabajo de él, precisamente en una constructora en el que llevaba más de treinta años, no han podido hacer frente a sus deudas, a pesar de que la nuera es funcionaria autonómica, pero con el sueldo reducido y amputado de "extras", además de embargado por el banco desahuciador, ya no resulta suficiente para atender al nuevo alquiler y los gastos familiares, con un hijo estudiando fuera, ya sin becas (por los consabidos recortes) y otro con los estudios universitarios terminados y en paro. Además, la buena anciana ha sido desahuciada también por el banco, puesto que a pesar de tener ahorros suficientes para pagar la deuda que avalaba de su hijo, estos habían sido invertidos por los asesores financieros de la entidad en rentables acciones preferentes que ahora no puede recuperar. Lo que la ha llevado a la surreal situación de verse abocada también al desahucio, puesto que el único bien que tenía disponible (puesto que sus ahorros están cautivos) era la vivienda social de la Falange, que compró junto con su difunto esposo cuando retornaron de Alemania. Pero no le importa mantener con su pensión y el reducido y acosado sueldo de su nuera a la familia. No le importa dormir en el nido vacío de su nieto estudiante, rodeada de popsters con sueños de libertad (unos sueños que a ella nunca se le cumplieron). Como tampoco le importa dejar de ir al médico y tomar sus medicinas, por las que ahora le hacen pagar un dinero del que no dispone. Porque prefiere acudir cada dia a agotar sus últimas fuerzas llamando ladrones a políticos y banqueros a las puertas de sus domicilios y sus trabajos (cosa que su familia ya no tiene). Hoy un joven policía, seguramente de la edad de su nieto en paro, le ha pedido que se identifique y le ha anunciado que le llegará una notificación de sanción, porque lo que está haciendo se considera delito. Es un acto violento contra gente que cumple con su cometido en su empresa o partido y no hace sino lo que le mandan sus superiores. Y además tienen hijos que no tienen porqué soportar esa rabia de la gente que no cumplió con sus obligaciones y sus deudas. Cualquier día, un presidente que haga declaraciones, un ministro de justicia o una delegada del gobierno, tildarán estos actos de terrorismo y equipararán a las asociaciones que los amparan con la lacra de las bandas terroristas.
El viajero retorna mañana a Alemania. Y contará a sus compatriotas que la sangría es un invento español buenísimo y que siempre hace sol. Y que la gente, incomprensiblemente, siempre está alegre. Y que cuando les pasa algo grave gritan mucho, pero nunca pasa nada. Así que su país podrá seguir imponiendo duras medidas hasta que consiga que, nuevamente, sus fabricas, oficinas técnicas y universidades, se llenen de mano de obra barata y, esta vez, super cualificada.
Se me olvidaba, el título del relato que leía era: "De la experiencia también se aprende", con un subtítulo que rezaba: "La tercera guerra mundial la ganará Alemania sin tirar un sólo tiro ni una sóla bomba".
No hay comentarios:
Publicar un comentario