La Pasiega, Santander, 2013
Hace ya mucho que no desayunamos juntos. A ver si esta semana próxima nos llamamos. No se puede permitir que el día a día se nos meriende. Al menos no en ayunas.
El trato con algunas personas es como el tacto de esta mesa de madera: natural, suave, agradable. Sin necesidad de otros aditamentos que un vaso de cristal con unas flores silvestres. Un café. Tu cortado, yo con leche. Tu calentito, yo templado. Y algo de comer. Tu dulce, yo salado. La tortilla me la calientas un poquito, por favor. Es una pena que en plena crisis decidan subir el precio. Con lo bien que estabamos en ese rincón.
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