Llucmajor, mayo 2013
Ya sólo me queda la ilusión del desayuno. Me da igual el bar. Sólo me enamoran las tortillas de patata sin otro aditamento que la patata, el huevo y la cebolla. Y, como mucho, el cariño de los cocineros y cocineras al cuajarla. Que no parezca que son para exponer en el espacaparate y vender por internet y enviar por paquetería lowcost. Luego está lo del periódico del bar y el canal de la inevitable tele. Vale que es preferible acabar leyendo los anuncios colgados en los cristales porque, como en los hoteles, el periódico suele ser el más amarillo posible, para que no desentone con las manchas de caspa grasienta. Y la tele, para qué esforzarse. Que pongan videos musicales. Prefiero ver contonearse a Rihanna en un video de cuando era negra, o incluso las bromas de chinos, que ver cómo vociferan una caterva de energúmenos encorbatados y rubias teñidas, coreando el regreso de una momia vigoréxica a golpe de botox y al ritmo del ¡viva el vino!
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