Dalt Vila, Ibiza, 1995
Siempre se acuerda uno con nostalgia de la primera vez. Este fue mi primer encuentro con esa isla y me fascinó. Todavía hoy me gusta, a pesar de su banalización. Y no es que entonces no tuviera una capa superficial de paisanaje ornamental de temporada, es que ahora hiede igual que los mercados. Apesta a especulación, a pelotazo, a obra innecesaria y a fasto y fascio. En fin, nada que no podamos encontrar en cualquier metro cuadrado de litoral con un rayo de sol. Son los siete pecados capitales más dos. Las dos visitas que me faltan todavía para terminar de cansarme y repetirme que no vuelvo, que me quedo con el recuerdo de la primera vez...
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