Los emigrantes se tomaban retratos para enviar a sus casas y demostrar lo bien que les iba. Unos lo hacían con traje de domingo, otros con las nuevas pertenencias de lujo, compradas con los salarios y las rentas obtenidas en la tierra prometida. Pero la vida allá, al margen de las fotografías enviadas a la familia, representando el éxito de la gesta, era una tragedia diaria de no entender nada, ni el idioma, ni las costumbres. Y, al cabo del tiempo, era difícil volver y reconocer que el cielo no existe y que vale más mortadela en casa que jamón en la ajena...
Hoy hasta los que lo pasaron se han olvidado. Y cuando ven gentes que ponen la radio más alta y se mueven al son de otra música, sólo piensan en lo que les molestan los que son diferentes. Pero, a veces, si la música es del Quinteto Lástima, parece que también ellos pueden bailar, además lo hacen indudablemente mejor. Y, de premio, la foto se la voy a dar iluminada por el mismo precio. Para que presuman con la familia de allá cuando la manden. No todo en la vida es blanco o negro.
Hoy hasta los que lo pasaron se han olvidado. Y cuando ven gentes que ponen la radio más alta y se mueven al son de otra música, sólo piensan en lo que les molestan los que son diferentes. Pero, a veces, si la música es del Quinteto Lástima, parece que también ellos pueden bailar, además lo hacen indudablemente mejor. Y, de premio, la foto se la voy a dar iluminada por el mismo precio. Para que presuman con la familia de allá cuando la manden. No todo en la vida es blanco o negro.
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