Tapia de Casariego, Asturias, julio 2009
Hoy es lunes. En Cantabria es puente y, además, ayer terminó Artesantander, por lo que me puedo permitir ser cursi y pretencioso (si es que esas dos "cualidades" alguna vez van disociadas). Todos mis amigos y familiares (Ana Abascal, la pedazo de artista que estaba en Zoom es mi sobrina) han tenido un éxito arrollador en la feria y las cifras, a pesar de la tan cacareada crisis, ateniéndonos a las valoraciones del consejero de cultura, han sido mejor de los esperado.
Pero yo quería hablar de la infancia, esa edad indeterminada que los curas, los políticos, los educadores y los padres, nos empeñamos en hostigar, acotar y destruir por todas las vías posibles: las físicas, las psicológicas, las jurídicas y policiales: cada día hay más cosas prohibidas, cada día es más posible acabar en la carcel o caer en las redes de camellos, proxenetas, curas (a veces todo a la vez) o en manos de un poli eficiente y cumplidor que ve en el botellón o el arte en la pared (el grafitti es otra cosa...) un atentado contra el orden público.
Mi padre sólo me hizo socio del Racing y me apuntaba a los concursos de pesca de la Peña Oscar. Ninguna de las dos aficiones fructificaron en mi. Si al contrario esta otra de la fotografía, a todas luces más improductiva y de menor provecho en mi vida.
Veo a este niño y me entra nostalgia de mi mismo, de mi padre y de mis hijos (los dos parece que heredan mi falta de paciencia para la pesca). Pero no se qué puedo hacer. Os dejo, me voy a ver a mi padre.
Pero yo quería hablar de la infancia, esa edad indeterminada que los curas, los políticos, los educadores y los padres, nos empeñamos en hostigar, acotar y destruir por todas las vías posibles: las físicas, las psicológicas, las jurídicas y policiales: cada día hay más cosas prohibidas, cada día es más posible acabar en la carcel o caer en las redes de camellos, proxenetas, curas (a veces todo a la vez) o en manos de un poli eficiente y cumplidor que ve en el botellón o el arte en la pared (el grafitti es otra cosa...) un atentado contra el orden público.
Mi padre sólo me hizo socio del Racing y me apuntaba a los concursos de pesca de la Peña Oscar. Ninguna de las dos aficiones fructificaron en mi. Si al contrario esta otra de la fotografía, a todas luces más improductiva y de menor provecho en mi vida.
Veo a este niño y me entra nostalgia de mi mismo, de mi padre y de mis hijos (los dos parece que heredan mi falta de paciencia para la pesca). Pero no se qué puedo hacer. Os dejo, me voy a ver a mi padre.
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