viernes, 4 de abril de 2014

Un cuento chino

Barcelona, marzo 2014

No hace tanto muchos entraban por primera vez en un restaurante chino poniendo caras de asco y removiendo con un tenedor los alimentos en actitud patologo forense. Poco después los más avispados descubrieron que son capaces de copiarlo todo y reprodujeron fielmente sus fábricas en unas joint venture que han alimentado más nuestras cifras de paro que sus cuentas de resultados, pero cuyo resumen ha sido que ahora se pasean con sus ifones y sus vuitones curioseando nuestras miserias y explorando oportunidades de negocio. Dicen que la única industria que nos queda a la europa pobre del sur es el porno casero. Y esas mismas fuentes bien informadas dicen también que lo que les va el fetichismo de los pies, eso de olerlos y tal... Pues a entrenar. Y viva el vino. Aunque sea de arroz...

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