Chipiona, octubre 2013
Hace tiempo puse una foto de unas monjas asomadas al borde del muelle, mirando el paisase donde hoy están levantando una estructura monstruosa patrocinada por un prohombre local (sobre suelo público, claro está; para convertirse en su mausoleo, privado, por supuesto). Y pensaba que aquellas monjas rezaban para que no sucediera la catástrofe inminente que ahora nos aterra. Pero sucedió. Por eso el otro día, con el periódico lleno de titulares sobre el polémico nuevo papa y sus polémicas buenas intenciones; al ver pasar a estas monjas pensé que irian a rezar porque todo eso del maligno económico global que nos intimida y quema en su hoguera de billetes, escrituras y títulos preferentes se extinga de una vez. Sin embargo, al verlas pasar indiferentes y disfrutar del espectáculo al atardecer en sus asientos privilegiados de primera fila, constaté que su misión no es cambiar las cosas, sino esperar que sucedan y actuar en consecuencia. Y, como no, rezar y pedir limosna para ayudar al santo padre a soportar tanto dolor. Viva el vino, aunque sea de consagrar... (palabra de agnóstico)
Chipiona, octubre 2013
Chipiona, octubre 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario