lunes, 15 de noviembre de 2010

El Quiosco del barrio

Sanlucar de Barrameda, octubre 2010

Los maicitos que nos ayudaron a desprendernos de los dientes pochos, Las pipas saladas que nos abrieron los labios antes que los primeros frenéticos morreos, los cigarrillos sueltos que fumamos a escondidas en el callejón de la mona o en la caseta del terraplen, los chistes de Mortadelo, las novelas de cambio de Lafuente Estefanía, "Cosidos en Plomo", "Un español al otro lado del Missisipi", las primeras portadas del destape, el primer País después de tanto Pueblo... Y detrás de aquel ventanuco toda una saga de kiosqueros: aquel hombre joven y moreno que nunca supe cómo se llamaba, aquella mujer gorda que estaba allí cuando él se iba a comer y que luego era la madre de aquella chica que abría los sábados y domingos. Y que también resultó ser la hija de aquel hombre mayor, con algo de barriga, que se turnaba con la vieja gorda. Que era la abuela de aquel bebé que parió la chica que recordaba a la mujer del que inauguró el kiosco, cuando también se inauguraba el barrio...

Hoy veo cualquier kiosco y les veo a ellos. Aunque ya hubieran querido tener estos horarios... A lo mejor, en vez de autónomos se habrían afiliado a un sindicato. ¿quién sabe?

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