No parecen ruinas romanas. Tampoco un trabajo de restauración de una escuela taller... El valor arquitectónico no parece gran cosa, a juzgar por el estado de abandono. Sin embargo su valor histórico (ahora parece recién descubierto y puesto en positivo) va a merecer una inversión millonaria (en euros) del ayuntamiento de Santander.
La naturaleza es sabia. Y toma como suyo lo que las herencias y las liquidaciones de fincas urbanas no supieron fijar justiprecio. Ahora llega el político avispado y encarga un proyecto arquitectónico (con un uso concreto) para lo que todavía no tiene destino cierto... uno más.
Puede parecer una premonición, un aviso o una llamada de atención o auxilio. Tapiaron puertas y ventanas para que los okupas no tomaran como suyo lo que los políticos locales ya habían adjudicado a los constructores... Ahora el Colegio de Arquitectos ha puesto el dedo en la yaga. Puede haber un destino mejor, pero el camino no acaba con la finalización de la obra. No queremos otro Centro Nacional de Fotografía, queremos un espacio cultural vivo, con contenidos, pero sobre todo con objetivos y responsables capaces de llevarlos a término.
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