Tavira, julio 2013
En una ocasión le regalamos a un amigo, cuando eramos estudiantes, un flexo para su mesa, envuelto con cartones y papel de estraza con la apariencia externa de un triciclo. Él nos miraba estupefacto y la cara se le tornó en sonrisa al recibir aquel modelo estandar de artilugio de barillas negras y con muelles que hoy es un objeto de culto entre pijos modernos. A los que, sin embargo, este regalo-sorpresa les parecería, sin duda, una ordinariez.
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