Madrid, junio 2013
Están por lo suelos. No pueden trabajar, si no es de becarios por doscientos euros al mes. Sin embargo no pueden ser becarios si sus padres no están en la indigencia y no superan calificaciones extraordinarias (por encima de la media). No pueden independizarse, porque no tienen trabajo. No pueden tomar cañas en los bares, porque no tienen dinero. No pueden estar en sentados donde están porque es delito. Tampoco pueden concentrarse en plazas, porque es manifestación no autorizada. Tampoco pueden protestar ante los domicilios de quienes les subyugan, porque es terrorismo. Lo único que se les anima a emprender es la huida de esta realidad subrealista, el exhilio voluntario al extranjero en busca de un futuro mejor que aquí se les niega y usurpa. Viva el vino.
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