Santander, febrero 2013
Una vez me llamó un desconocido y me dijo que quería hacerme un retrato para después intervenirlo. Yo accedí, sin pensar en las consecuencias, por ese instinto enfermizo de boy-scout que ya me trajo soporíferas consecuencias cuando cogía a todos los militares que hacian dedo. Ahora ya no se hace la mili pero, para desgracia de los que circulamos despistados por el mundo, cada día se hacen más fotos.
No fue hasta que aquel, que ya no era desconocido, me mostró el retrato intervenido que no reflexioné sobre las consecuencias de ser retratado (y no me quiero extender en las de ser intervenido).
Hoy le devuelvo la moneda. Y, conste que me he limitado a retratarlo, sin intervención alguna. Se llama Chema Prieto y está a punto de inaugurar una expo con una colección de imágenes intervenidas que no tiene desperdicio.
Para que a la proxima se lo piense cualquiera antes de señalarme con el dedo y/o, mucho menos, apuntarme con una cámara...
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