Galicia, agosto 2012
Hay conceptos que entrañan una paradoja. Otros, sencillamente, una redundancia.
Hasta que no se ha estado dentro de un banco es imposible hacerse una idea de lo que intento decir: uno se imagina que cuando demuestre al banco su confianza, depositando en él todo cuanto tiene, su propio ser, este no le dejará caer, no le fallará. No dejará abrirse sus fauces de tablas podridas o inseguras y dejará que el peso de la gravedad estrelle en un fondo incierto aquello que depositó, hasta su descalabro.
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