Kini (Syros), junio 2014
La cruz del verano no son las pachangas de chiringuito de playa, los discotequeros dormidos vestidos encima de los restos de la juerga, ni tan siquiera la canción del verano o sufrir el mundial de futbol en teles gigantes en todas las terrazas del rincón más recóndito de la isla más apartada del Mediterráneo. La cruz es volver a casa y que ya haya llegado el otoño, así, el día primero de julio.
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