San Martinho do Porto, Portugal, julio 2011
La infancia es una imagen de felicidad y de inocencia en sí misma. Luego vienen las guerras, los intereses sobre petróleos o diamantes, o las especulaciones sobre movimientos migratorios o la explotación infantil laboral o sexual, o los fanatismos religiosos o raciales o etnicos... Y ya no es grato hacer fotos de niños, ni tampoco claros los intereses sobre su uso o el destino de las mismas. Y entonces, una mañana de domingo cualquiera, cuando un fotógrafo intenta fotografiar a unos niños cambiando cromos en una plaza pública de Santander, una madre se interpone y amenazando con marcar su iphone o sacar ella misma una foto a los fotógrafos agresores, evita que una foto inocente de la inocencia se convierta en delito. Al menos a sus ojos y según su recta educación de colegio religioso y club social privado.
Hay que ver lo peligroso que se ha vuelto salir con la cámara a la calle, casi tanto como ser hijo de ciertas madres españolas.
1 comentario:
Digna de McCurry, no bromeo.
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