Aeropuerto de Ibiza, abril 2011
Los aeropuertos han perdido el glamour de antaño. Sin embargo han ganado en colores, en olores y en sabores... Ya no son aquellas catedrales del lujo y la "categoría", donde los relojes por encima de las mangas de las americanas competían en precio con las pieles y la altura de los tacones y los tocados permitía mirar muy por encima de los maletines. Ahora son la estación sur de autobuses de nuestros tiempos, donde se mezclan los empujones, con las filas, con los bultos amarrados con plásticos (los cordeles de nuestra época). Y la mezcla racial compite con las multitud de edades y diferentes formas de vivir la moda.
Los vueltos baratos y la insistencia en abaratar (?) no numerando asientos ni facturando equipajes y haciendo cargar a todos con sus trastos en colas interminables durante horas antes de embarcar el avión, hacen de estas salas una especie de pasarela del estilo de vida de la globalización: todo el catálogo de siliconas e implantes, aderezado con una suerte de tutifruti con olor a sudor y miscelanea de perfumes, retrasmitido en toda una rica variedad de idiomas y acentos.
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