Flower Power, Cala Compta, Ibiza, julio 2015
El Mediterráneo es un mar de comerciantes y piratas. Fenicios, otomanos, sicilianos, catalanes, venecianos y un sinfín de ordas invasoras han ido asaltando sus costas con el mismo afán que las aves de rapiña. Cual gaviotas han ocupado litorales y se han sentado en los sillones de los grandes señores, tanto de ayuntamientos, como chiringuitos, casinos o yates. Muchas veces sin distinguir unos de otros. Pero hay algo que se mantiene por encima de la sensación de putrefacción de unas aguas saturadas de plasticos y heces. Algo que se vende como una poción de fiesta, paz y amor. Un espíritu "flower power" que unos guiris pusieron de moda en los sesenta y ahora esnifan rusos, alemanes y británicos como si guera el elixir que reparte el profeta a sus adoradores.
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