Santander, navidad 2011-2012
Cuando era pequeño siempre pensé que la clave estaba en ver venir la estrella. En la casa de mi infancia, en apenas sesenta metros cuadrados, vivíamos mis padres, mis dos hermanas y yo y mi abuela y mis dos tías entonces solteras... Así que la idea de tres individuos con sus pajes y camellos no calaba ni en un niño de imaginación desbordada, que era capaz de dudar hasta de que fueran los camellos los que vaciaban el cubo de agua y las copas de coñac y anis del pasillo... Y en mi casa no había chimenea, ni tan siquiera anchura de pasillo para un gordo vestido de rojo con pompones...
En fin, que he vuelto a caer en el cuento de la estrella. La seguí por el barrio y me di de bruces con un portal oscuro, junto a un bar cutre, donde los parroquianos jaleaban al televisor, mientras el telediario narraba las nuevos ajustes del último consejo de ministros.
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