Creo que cuando empezamos con Sol Cultural ni nosotros mismos nos creíamos que un puñado de utópicos pudiera poner en marcha su entorno para generar actividades gratuitas: por la cara...
Cuando las instituciones nos dieron el primer "lo siento, no hay un duro, estamos en crisis" y las fundaciones creadas para promover la cultura y el movimiento ciudadano no nos cogían el teléfono, empezamos a pensar en otra dimensión, pero nunca en tirar la toalla.
La tozudez, la constancia, la ilusión de ilusos, que es lo que somos y por eso estamos donde estamos (en la calle del Sol) y la ayuda de un franco tirador de la prensa local, al que no voy a nombrar para no perjudicarle, han sido los agentes que han dado la vuelta a la tortilla.
Ayer comprobamos una realidad social incontestable de nuestra ciudad: en una calle del centro, del casco antiguo, la calle del Sol, unos locos repartían flores gratis a los vecinos, para dar la bienvenida a la primavera en la fiesta de hoy, a la que estáis todos invitados a partir de la 6 de la tarde. Y acudieron. Y se nos acabaron las flores. Los vecinos bajaron, en chandal, en bata, en abrigo de piel. Los de toda la vida, los que nacieron en la calle, algunos en edificios de alcurnia, algunos en casas más humildes, pero también vinieron los nuevos habitantes del barrio, mi amiga con sus hijos de Etiopia, otra vecina con su niña china, la familia gitana de enfrente de mi estudio, por cierto, de toda la vida; la brasileira que cuida a la señora del abrigo de piel; las dos chechenas agarradas de la mano tímidamente (madre joven con su hija, pareja, amigas, cuñadas?) a las que pido posar y sonríen como actrices, sudamericanos que preguntan cuánto se debe. Y dos concejales del partido popular enfrascados en el ajo.
¿Será verdad que se puede cambiar el mundo?
Cuando las instituciones nos dieron el primer "lo siento, no hay un duro, estamos en crisis" y las fundaciones creadas para promover la cultura y el movimiento ciudadano no nos cogían el teléfono, empezamos a pensar en otra dimensión, pero nunca en tirar la toalla.
La tozudez, la constancia, la ilusión de ilusos, que es lo que somos y por eso estamos donde estamos (en la calle del Sol) y la ayuda de un franco tirador de la prensa local, al que no voy a nombrar para no perjudicarle, han sido los agentes que han dado la vuelta a la tortilla.
Ayer comprobamos una realidad social incontestable de nuestra ciudad: en una calle del centro, del casco antiguo, la calle del Sol, unos locos repartían flores gratis a los vecinos, para dar la bienvenida a la primavera en la fiesta de hoy, a la que estáis todos invitados a partir de la 6 de la tarde. Y acudieron. Y se nos acabaron las flores. Los vecinos bajaron, en chandal, en bata, en abrigo de piel. Los de toda la vida, los que nacieron en la calle, algunos en edificios de alcurnia, algunos en casas más humildes, pero también vinieron los nuevos habitantes del barrio, mi amiga con sus hijos de Etiopia, otra vecina con su niña china, la familia gitana de enfrente de mi estudio, por cierto, de toda la vida; la brasileira que cuida a la señora del abrigo de piel; las dos chechenas agarradas de la mano tímidamente (madre joven con su hija, pareja, amigas, cuñadas?) a las que pido posar y sonríen como actrices, sudamericanos que preguntan cuánto se debe. Y dos concejales del partido popular enfrascados en el ajo.
¿Será verdad que se puede cambiar el mundo?
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