
Mi intención no era otra que la de comer un pescado en cualquier tasca y dormitar la siesta al sol. Pero no pude pegar ojo, aterrado por la posibilidad de que me despertara un agente de la autoridad y me ricriminara haber transgredido alguna de las limitaciones de uso de aquel pedregal al que llamaban playa...
Mucha policía y poca diversión, pensé. Pero esa era otra canción.
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