
El placer, dicen, está en nuestro cerebro. Pero, cómo llegar a él y cómo disparar el resorte que lo provoca... Esa es la cuestión.
A veces es tan simple como un olor (por qué decir aroma si ese olor puede ser acre). Otras veces un sonido, una música o un recuerdo. Las más de las veces una imagen. Por muy fugaz o efímera que pase ante nuestros ojos, abre una puerta que da paso a un recuerdo o a una ensoñación. Y nos quedamos envueltos en ella hasta que alguien dice a tu lado: "me paga ahora, por favor".
Sabemos que todo tiene un precio. Pero, por un momento, habíamos creido que soñar era gratis.
Sabemos que todo tiene un precio. Pero, por un momento, habíamos creido que soñar era gratis.